viernes, 26 de mayo de 2017

"EL SUEÑO"

Si en octubre de 2013 les presentaba casi la misma portada, era porque aparecía en Rumanía mi libro ”VISUL”.
Les presento la portada del libro ”EL SUEÑO”, la misma, con una pequeña pero importante cosa añadida, que es mi "SUEÑO" traducido al castellano, ¡y que ha sido publicado en España!
¡Gracias a los que han trabajado en mi libro, al autor de la portada, Cheșuț Cristian, a mi querida traductora, Alexandra-Mirela Ion, a las señoras miembros del conocido Club Lions Genesis, Cluj-Napoca, haciendo posible la aparición de mi libro en España!

¡Para mí, el amor ha muerto la noche de mi boda!

Si empiezas la vida con las mejores intenciones, si ofreces tu alma, casa, tus cosas, sueños y esperanzas, a un extraño, un fugitivo de la pobreza e ignorancia de su casa, que te conquista con palabras dulces, engañosas:
-Soy pobre, no tengo más que dos manos y un corazón... -¡claramente es culpa tuya!
Es culpa tuya porque has creído que eso es lo que tiene, que esas manos te acariciarán siempre, y que ese corazón se llenará de ti y del amor hacia ti. Cegada de amor no has querido ver los ojos llenos de maldad, la sonrisa codiciosa, escondida en un lado de la boca, que le ha deformado la cara cuando lo has llevado a tu casa, entre tus cosas y ha podido comparar lo que había dejado atrás, empezando con la familia de la que se avergonzaba y acabando con la pobreza, que le había hecho jurar que por donde pase cogerá, robará si es necesario.
¡Y eso es lo que ha hecho! ¡Ha cumplido su promesa! ¡Ha robado diez años de tu vida! Los diez años más hermosos de la vida de una mujer joven, bonita, pero por lo visto no lo suficientemente lista como todos pensaban, si ha permitido, si ha cerrado los ojos desde el primer golpe.
Y esas manos que habían prometido acariciar... Y ese corazón que había podido amar... ¿Había podido?

( Fragmento del libro "El Sueño" - Liana Mânzat )

Nechita, mi abuelo

Lo miraba como estaba allí tumbado, sin moverse, y por lo que yo veía solo reconocía los bigotes grandes. Esta vez sin torcer y más cortos. Olía a hospital. Olía a algo que jamás olvidaré. El olor de la muerte, para mí, es ese olor. No tenía miedo de él, aún siendo el primer muerto que había visto. No lloraba. No lloraba la abuela, no lloraba yo tampoco. Sabía, quizás, que tenía que irse... y se fue.
Cuando volvimos todos del entierro, después de que toda esa gente que había venido a la pomana para el alma de Nichită, la abuela empezó a gritar. Se vio de repente sola. Fue entonces cuando entendió que Nichită se fue tal y como prometió, pero que nunca más volverá tal y como se fue. Volvió un cuerpo que no se parecía a él. Ni siquiera lo era, porque él se quedo en las colinas de Bărăgan. Y ahora, sola en el jardín, en la casa, en la vida, entendió lo que nunca significa: un mañana, un pasado, un día tras otro sin su Nichită. Rota en dos. Y él ni siquiera había mirado atrás. Ni siquiera había hecho un gesto, ni una palabra, nada. Solo sus pequeños pasos cuesta abajo, como si quisiera atrapar el destino que de todas formas lo esperaba, por mucho que se hiciera esperar.
( ... )
Me asustó un ruido raro, de avión que vuela muy bajo, como si cayera. Miré arriba, el cielo azul estaba vacío, ni siquiera había nubes. Y el viento no soplaba. Pero las ramas del álamo se movían. Ese ruido era como el de las películas con los Caballeros Teutónicos, con sus trajes de hierro. Así se escuchaba, como unas cadenas que se golpeaban unas con otras. Me paré en medio del patio y me quedé de piedra. Mi abuelo vestido con su camisa blanca, sus largos pantalones, me sonreía desde la puerta del jardín, cerca de la antigua pocilga pegada a la casa.
Volví la cabeza gritando:
-Abuelitaaa, abuelitaaa, el abuelo, ¡mira, el abuelo…! –y miraba contenta de que el abuelo haya vuelto a mi abuela.
Cuando volví la mirada hacía el lugar en el que hace unos instantes estaba el abuelo, no había nadie, nada. Miraba a mi abuela, ella estaba con un maíz humeante en la mano extendida, con la cara roja. Echó a llorar y entonces lloré yo también con ella, por primera vez lloré por mi abuelo.
Había vuelto a irse. ¿Por qué? ¿Por qué había venido y por qué no ha dicho nada? ¿Por qué se escondía de mi abuela? Seguía enfadado porque no lo ha despertado. Seguro que es por eso, pensaba yo.
Y la abuela me abrazaba, quizás sorprendida por el hecho de que, por la nostalgia, había empezado a ver cosas.
Pero a mí nadie en este mundo me puede convencer de que entonces no era mi abuelo el que había estado en el patio, seis semanas después de su entierro.
( Fragmentos del libro ”El Sueño - Liana Mânzat )

La noche de terror/ EL SUEÑO

Una mańana aparece. Estoy sobre un sofá del pasillo, junto al teléfono, entumecida y asustada. Noches enteras he estado así, esperándolo. Entra. No me mira. Tengo la sensación de que es un extrańo. Me odia. Quiere librarse de mí. Es frío y malvado. Espero que en cualquier momento me golpee. Se va a la ciudad. Vuelve. Me da una hoja y un bolígrafo:
- Escribe lo que quieres de esta casa y vete!
Empiezo a llorar. Escribo:
- La nińa!
- La nińa no te la doy! -grita.
- Sabía que no me la quieres dar! ˇNo pienso irme! No tengo a dónde ir... ża dónde puedo ir?
- Coge lo que quieras, ˇlo que quieras y vete! ˇSi no te vas, te mataré con mis propias manos! ˇTe juro que te mato esta misma noche!
Se va a acostarse, como hace siempre cuando bebe demás. Vuelve la cabeza hacia mí y me avisa:
-Si te encuentro aquí cuando despierte, ˇte mato!
ˇDios! No puedo irme, la puerta está cerrada y no tengo llave. Me la ha vuelto a quitar. Siempre me encierra en casa cuando tiene ganas de irse. Me pregunta que dónde quiero estar, si en casa o en la calle, que él tiene cosas que hacer en la ciudad. He elegido entre estar encerrada horas enteras en la casa, o salir a la calle sin ningún sentido. Siempre me quedo en casa porque soy demasiado débil como para pasear sola por las calles. Y eso que sufro de claustrofobia.
Tras varias horas se despierta. No he dudado en ningún momento lo que me había dicho. Sabía que me iba a matar. De verdad lo creo. Pero sigo esperando a que sienta compasión y me deje tranquila, a que cambie de idea. Pero no es así.
- Haz tu testamento! Prepárate para morir! Te lo he dicho! Te he avisado!